miércoles, 13 de noviembre de 2013

Pámela Mendoza Comunicadora, futura abogada y mujer perfeccionista sufrió de anorexia. Ahora celebra sus éxitos

Nació en Corumbá-Brasil, hija de padres bolivianos, quienes emigraron en busca de mejores oportunidades laborales. Pámela Mendoza pasó su infancia y al finalizar el colegio, a sus 17 años, llegó a su tierra de sangre: Santa Cruz, donde estudió Comunicación Audiovisual en Diakonía. Sin embargo, sus años en la frontera la marcaron, porque creció viendo la ausencia de políticas y muchas falencias en el control fronterizo, como corrupción e ineficiencia.

Así es que tomó una decisión y apostó a convertirse en abogada, con el deseo de crear leyes que se cumplan y cambien los procedimientos en las fronteras. Y va por ese camino. Primero hizo un diplomado en márquetin y actualmente, a sus 25 años, cursa su noveno semestre en abogacía y trabaja en su tesis: La trata y tráfico de personas en las fronteras, un proyecto que defenderá el próximo año.

Multifacética
Pero esto parece no ser suficiente para Pámela, que ha encontrado tiempo para un nuevo emprendimiento: Junto a su madre, Elizabeth Zapata, que es periodista, planifican lanzar su propia empresa de diseño de zapatos. Y para eso, apenas termine tu tesis, Pámela ya tiene el siguiente plan, viajará a EEUU para tomar un curso de diseño de calzados.

Pero más allá de los estudios y, por increíble que parezca, nuestra entrevistada encuentra tiempo para trabajar como relacionista pública de eventos, en conciertos y en discotecas.

Pero aún hay más. Gracias a las fotos que comparte en su cuenta de Facebook la contactaron para ofrecerle algunos trabajos como modelo. Pronto la lista se hizo interminable y sin pensarlo incursionó en la fotografía, convirtiéndose en rostro de marcas que nunca imaginó, como Toyota, Suzuki, Paceña y Ford, entre otras.


Pero como no todo en la vida puede ser siempre positiva, el gran nivel de exigencia con el que vive Pámela, la llevó a la anorexia.

“Sufrí por imitar los estándares de modelos europeas, de cintura pequeña, piernas delgadas y largas”. Además siempre mantuvo su estilo de vida sobrecargado de actividades y dejó su alimentación a un lado. Vivió momentos desoladores hasta llegar a bajar 18 kilos. Recuerda que comía muy poco y a deshora, incluso algunas veces no comía nada. Y para darle el ultimátum a la enfermedad entró en depresión.

Su recuperación llevó un proceso de ocho meses, que no solo involucró a su familia, sino también a sus amigos más cercanos. Reconoce que aún le duele hablar del tema y hoy prefiere centrarse en sus éxitos profesionales y celebrar los tres años de haber superado su enfermedad, pese a que aún debe ganar alrededor de cinco kilos. Pámela es optimista y saca de todo esto una gran lección: aceptarse como Dios manda






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