Nos cuentan que allá por el año 2005, cuando visitaba nuestro continente, el afamado diseñador francés se deslumbró con el colorido, bordados y ornamentos de la tradicional imagen de la chola, hoy revalorizada en la sociedad boliviana. John Galliano, entonces diseñador de la firma, creó una colección con transparencias, cuellos inmensos, delicados apliques que a partir de una concepción totalmente novedosa, recreaba la vestimenta del emblemático personaje femenino en exquisitas prendas de la Alta costura.
De chula a chola, el primero sería el nombre en el que se originó el de la chola actual, mismo que se utilizaba en Madrid, designando así a las mujeres del pueblo.
Polleras al vuelo, como las faldas de las españolas, mantas inspiradas en el mantón de manila, matineé o chaquetilla con entalle, exquisitos botines de cabritilla trenzados o abotonados junto al tradicional sombrero borsalino que fue traído hasta el Alto Perú por error y luego se difundiría con éxito entre las mujeres de pollera, gracias a la picardía del comerciante Soligno, quien en una hábil estrategia de marketing asoció el uso de este particular sombrero con la fertilidad y la salud.
La chola actual no solo ha superado en lujo a las españolas de entonces: joyería, ornamento, enaguas bordadas, calzados trabajados con los mismos colores y materiales del traje, incluyendo pedrería y luces brillantes intermitentes en los pequeños tacos, mientras que los más sofisticados tejidos de las mantas y blusas son parte de su vistoso atuendo.
Pero estas son solo algunas de las características de la indumentaria de la chola, más allá de su apariencia, esta guerrera urbana fue estigmatizada y discriminada por siglos en la sociedad boliviana, hoy ícono de lucha en busca de espacios donde permanentemente encuentra reconocimiento y una justa proyección social.
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