lunes, 9 de mayo de 2016

"A veces la pasarela solo es humo"



Comenzó vendiendo sus diseños en la playa en plena hippie. Hoy dirige la Sociedad Textil Lonia (STL), la segunda compañía textil más grande, luego de Inditex. No solo es diseñadora, tiene vocación de empresaria.
Estuvo dos días en Santa Cruz, acompañando la inauguración de la primera tienda de la franquicia en el mall Las Brisas y, con una accesibilidad digna de los grandes no por culpa del marketing, sino de su trabajo, compartió gratas charlas con varios medios de comunicación. Nada de conferencias de prensa, con ella solo son válidos los 'face to face'.

¿Qué hay de cierto de que en sus inicios sus diseños se vendían en la playa?
Sí. Yo empecé un poco en la época hippie, cuando mucho que decir. La gente quería escuchar cosas nuevas, era un cambio importante. Yo hacía cosas con mucho cariño y las personificaba con el nombre de una persona o con una expresión y la verdad es que me fue muy bien. Fue una época muy divertida, con mucha pasión, era una forma de hacer business que no tenía presiones, vendía cuando quería. Ya ahora no es lo mismo.

Impresiona cómo le saca el lado bueno a un momento que quizás no fue tan sencillo...
Bueno, es que era otro momento. Era mucho más libre, creíamos en muchas cosas, en la música, en la libertad, era la época hippie.

¿Y en qué cree ahora? En los negocios?
No, ahora creo en dar a mi clienta lo que me pide, que es muy difícil. Cada colección es un examen. Hace mucho que no hago desfiles, porque cuando los hacía tenía gran presión, pero ahora también la clienta cambia su estilo de vida y tengo q estar ahí para responder, porque ha apostado por mí, ha entregado su imagen en mi marca y no puedo defraudarla. Esto quiere decir que cada vez tengo que hacerlo mejor.

¿Y cómo lee esos cambios en las consumidoras? ¿Hay intuición o solo estudios de mercado?
También se hacen estudios, lo que pasa es que hay ciertas tiendas de mujeres que me piden ayuda y estoy ahí. La mujer necesita una maleta muy pequeña, pero que realmente no sea incómoda, que todo combine y que tenga que estar divina y maravillosa a cada momento. Las colecciones que hacemos cada vez son más colecciones de 24 horas; esto quiere decir que la mujer puede salir perfectamente de su casa y tener un día muy largo desde que lleva a los niños al colegio, hasta que por la noche tiene un evento.

Hay una frase recurrente en sus entrevistas, usted dice que el diseñador tiene que abandonar el ego para expandirse ¿Cuál es el error más recurrente de los diseñadores que no logran enganchar en la industria?
Creo que eso. El ego es una cosa que está muy lejana o cercana. El éxito puede producir mucho ego, lo que hay que saber es manejar ese éxito, pero sobre todo manejar el ego, es dañino. Hay momentos en que solo lo necesitas para triunfar, pero muchos diseñadores se creen dioses, suben como la espuma, pero también bajan como la espuma, y no se dan cuenta de que ese diseñador, sin un equipo detrás, sin una industria, y sin una compañía multinacional, no es nadie. Hay que entender eso primero, para luego empezar a trabajar.

¿Negociar con la industria no significa sacrificar el sello personal?
También. He dejado muchas veces de lado, he negociado un 5% o 10% mis diseños. No es tanto porque las multinacionales trabajan mucho con estadísticas. Es así como, este pantalón está funcionando hace tres años, pues vamos a seguir haciendo el mismo pantalón. Entonces se rebela el diseñador y dice no, yo quiero crear un pantalón nuevo. Eso se negocia, todo se negocia, claro que se pierde un poco de creatividad, pero se ganan otras cosas, como practicidad, llegar antes, llegar con una colección hecha y derecha, completa para ese público y eso no tiene precio. Yo no nací para ser una diosa, trabajando en una pasarela, me gusta que mi colección llegue a mucha gente, no que se quede para cuatro elitistas. Estoy por la calle me gusta ver mi ropa bien identificada y posicionada, es un trabajo detrás de la pasarela. La pasarela a veces es humo, sí es muy bonito, pero luego te deshinchas y hay muchas cosas atrás.

Y usted que habla de ego ¿en algún momento se le subieron los humos?
Sí, como a todos, pero tengo una familia muy coherente, que me pone los pies en el suelo y además muchas veces por qué no, he querido dejarlo y mis hijos me han dicho no, de eso nada. Son los que realmente me han hecho ver que tenía que ir por otro camino.

¿Por qué dejaría todos sus logros una mujer súper exitosa?
Conlleva muchos sacrificios también esto. Yo por ejemplo vi crecer a mis hijos con la nana, dirigiendo mi casa por teléfono, y luego te pasan factura de muchas cosas. Entonces llega un momento en el que dices primero mi familia, pero bueno, luego recapacité y dije, por qué no. Es que puedes llevar las dos cosas teniendo un gran equipo y lo único que yo cambié es eso de solo yo, única y, dije mi equipo puede ser igual que yo, o no funciona. Tiene que funcionar aunque yo no esté, y eso es lo que me ha impulsado a seguir adelante. Podía realmente estar con mi familia y tener ambas cosas.

¿Por qué la filantropía? Hay gente que puede enriquecerse sin ayudar
He colaborado en un montón de proyectos y ojalá mi empresa pueda seguir colaborando y dar algo más que moda, porque yo no creo en esas empresas que donan 17 millones de euros para una causa o para un hospital, realmente lo donan para desgravar. Yo trabajo directamente con ONG, mi ONG preferida es Elena Barraquer, de una mujer excepcional que trabaja para eliminar las cataratas y la ceguera del mundo. Muchas veces voy con ella, la última vez fui con ella al Congo y estuve trabajando una semana y vi lo que hacía: limpiaba, preparaba los ojos del paciente. Luego he colaborado con Manos Unidas, con un bolso solidario, yo creo más en esas cosas que en donar diez millones de euros y se recaudó bastante dinero para llevar luz a una zona de la India.

¿Qué se siente al hacer más la solidaridad, que predicarla?
A mí me llena por dentro, no sé cómo explicarlo. Es algo que ojalá pudiera hacerlo siempre, es un estado difícil, ver a los niños ahí y ver que puedes hacer algo por ellos es genial. Yo no predico nada. Cuando hablé de Elena Barraquer, ella misma carga el equipaje, 40 bolsas llenas de productos para operar, esa es una ONG en la que tú sabes dónde va el dinero (llora). Es que me emociono cuando hablo de esto.

¿Por qué le dicen 'madraza'?
Yo soy así, muy espontánea, no hago nada para que ellos crean que soy una madraza. Los vigilo desde lejos, evidentemente no estoy muy encima. Mis hijos son mayores ya, pero podría contar desde pequeños. Yo siempre pensé que me costaría trabajar y tener a mis hijos porque siempre he sido muy dedicada a mi trabajo y eso me ha producido bastante dolor. El hecho de pensar cómo se van a criar, y tengo tres hijos estupendos, maravillosos, de una libertad y una humanidad grandes. Les he inculcado siempre derechos. Es lo único que he hecho.

Usted tiene un libro sobre tener estilo ¿Qué es para usted eso?
Para mí es muchas cosas tener estilo. No estoy de acuerdo con Coco Chanel, pienso que el estilo se hace, si no has tenido la varita, como dice ella. Sí hay gente con estilo, pero si no naces, que es la mayoría de la gente, pues te cultivas. Y en este momento tienes toda la información. Tú ahora estás viendo un desfile de lo que pasa en La Habana o en otro lugar en el mismo momento en que está pasando. Es fantástico esto. El que no quiere tener un estilo o un cierto gusto por la moda es porque no quiere. Para mí el estilo es otra cosa, es saber llevar un bolso, cómo lo llevas, cómo te manejas, cómo hablo contigo, cómo hablo a un niño, al perro, cómo cruzo la calle. Hay tantas cosas que tienen que ver con tener estilo.

¿Y usted nació o lo adquirió?
Creo que lo adquirí, con la vida, con los tropezones, con las ganas, con la publicidad. Soy una persona muy tozuda, hasta que no lo logro no me quedo tranquila. Como les digo a mis hijos, no acepto un no, no existe eso para mí. Esa curiosidad es la que me ha llevado a tener, pero aunque tuviera un estilo no te lo diría, porque lo peor que puede haber es que una persona tenga estilo y te diga yo tengo un estilo maravilloso.

¿Qué pasó con su sueño de Medicina? (estudió un año)
Me di cuenta de que no era lo mío. Estaba en prácticas de traumatología en el hospital de Uruguay y realmente me entraban enfermos que estaban en los huesos y a mí me aterraba. Me di cuenta de que yo veía sangre y me quería meter al lavabo. Dije esto no es para mí y lo dejé, a pesar de que mis padres insistían. Ellos querían que yo fuera médico, arquitecto, abogada. Era lo que se usaba en ese momento. La moda no era bien vista para nada.

¿Y fue su incursión en STL lo que la catapultó?
Definitivamente, porque yo tenía una empresa pequeñita, muy de ir por casa, muy organizada porque con mi pareja ya vendíamos en varios sitios en Inglaterra, en Italia. Tener una multinacional atrás es un cambio increíble y luego viene pensar qué quieres hacer realmente, en tu colección, ver cómo evolucionar, cambiar las cosas y tener poder de reacción.

¿Esto le ha permitido trabajar con gente de la talla de Carolina Herrera?
Sí, Carolina Herrera es una de las marcas que tiene la empresa con la que estoy asociada. Yo no trabajo con Carolina Herrera, sino que es una de las marcas que tiene mi empresa. Nosotros confeccionamos sus diseños y hacemos la colección CH. Es una persona estupenda y nos llevamos muy bien con ella y con su hija y estamos en el mismo grupo.

¿Qué tal Bolivia?
Es la primera vez. Solo he visto la catedral, la plaza 24 de septiembre y creo que nada más porque no he tenido tiempo de nada; sí he visto que la gente es fantástica. Yo quería quedarme, pero no me dejan por tiempo, pero la próxima vez voy a quedarme para poder ir a las cataratas del parque Noel Kempff.

¿Le gusta ese tipo de turismo?
Me encanta, soy aventurera. Hago turismo de aventura. Para mi cumpleaños, en junio pasado, mis hijos me invitaron y yo elegí ir a ver los gorilas a Ruanda. Se me ponen los pelos de punta al recordar, subir a aquella montaña para ver los gorilas y fue fantástico. Luego hicimos África también, el típico tour, pero esto de ir a África quedará en mi imaginación. Yo siempre, donde vaya, me pongo la mochila y las gafas. Mis socias en Bolivia querían regalarme el viaje a las cataratas, me decían vamos en avioneta, pero son tres horas de ida y de vuelta y lo tengo que dejar para la próxima vez. Así que está en mi mente organizarme y quedarme tres o cuatro días.

Entonces ¿Bolivia es más que un punto de venta? ¿ Ha logrado llamar su atención?
Claro que sí, eso es seguro, y estamos además aquí porque creemos que esta colección encaja perfectamente con la mujer boliviana, que está cambiando, que es una mujer curiosa, que veo tiene mucha fuerza y veo yo que es muy trabajadora y que realmente necesita algo diferente. Estoy encantada de estar aquí y de poder ayudar a la mujer boliviana a ser lo que realmente es.

¿Ha visto algo de moda boliviana?
Yo quería ir a ver, si hay tiempo, a una chica que viste a la reina, que se llama Liliana Castellanos. Pero no conozco mucho, no me he informado, o no he sido curiosa; tenía que haberlo hecho mejor.

¿Por qué quiso empaparse sobre gente boliviana?
Yo tengo muchas colaboraciones con pintores y artistas, como grafistas. Estamos muy relacionados con el arte, con resultados fantásticos. Hemos desarrollado los coloridos de un pintor en una minicolección. Pues yo creo en las colaboraciones, porque podemos trabajar con estos personajes y hacer una colaboración importante para Bolivia.

¿Cómo se puede llegar tan alto y mantener la sencillez?
(Ríe) Es que yo nunca he visto el éxito como algo rico. Yo he ido llegando sin pensar. No sé cómo explicarlo. Probablemente ese talento o trabajo lo haya visto gente que realmente me apoyó, me lanzó y creyó en mí. No hay nada oculto, creo que es solo eso.

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