"Mi inspiración fue la luz, y la luz viene del cielo", explicó tras el desfile el responsable de las creaciones, Yoshiyuki Miyamae, para justificar las diferentes tonalidades de azul, el amarillo del sol y el rojo del atardecer.
Sobre fondo blanco, el origami pareció más papel que nunca, con sus pliegues grandes que multiplicaron la tela, y con sus minúsculas repeticiones en acordeón en los costados.
En esa misma línea, un traje de chaqueta y pantalón se asemejó todavía más al quimono, mientras que una retícula en relieve compensó la ausencia de color.
La apertura fue dura con abrigos, chaquetas y faldas con perforaciones que evocaban un cielo estrellado, sobre un tejido de textura y cadencia similar al cuero.
Las formas evolucionaron hasta la suavidad de pantalones con pinzas que exageraban las caderas para ajustarse en el gemelo, faldas de múltiples capas de tejidos ligeros de algodón y partes de arriba holgadas que obviaron las mangas.
El desfile, celebrado en un espacio construido en los Jardines de las Tullerías, empezó con la música de Ei Wada, un artista que convierte las televisiones de tubo de rayos catódicos en tambores, al explotar sus propiedades electrostáticas.
En el "backstage" unas caras sonrientes y el mensaje "Great smiles, please!" (Grandes sonrisas, por favor) recordaban a las modelos que la alegría de una colección se transmite también con la expresión facial.
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