lunes, 31 de agosto de 2015

Calzados de aguayo en Buenos Aires



“Creo que el aguayo, la lliclla y todos los diversos telares que forman parte de la tradición de los pueblos originarios significan ese oro que no se pudieron llevar, porque la cultura es la célula principal para el crecimiento de los pueblos”, dice convencido para después recomendar, con sentido cultural pero también empresarial, “a estas telas tan importantes debemos quererlas, lucirlas y enorgullecernos de ellas”.

“El aguayo y demás telares de los pueblos originarios son ese oro que la colonia no se pudo llevar”. Con esa convicción, la familia Medina del barrio de Floresta, Buenos Aires, cada día pone todo su empeño en el rescate de las culturas ancestrales entregándose a un arte que no tiene parangón: la industria del calzado de aguayo.

Precisamente así se llama su emprendimiento, “Calzados de Aguayo”. “Somos una pequeña empresa familiar, tercera generación de zapateros que nos dedicamos de lleno a trabajar con la venta de los calzados, ya no solamente pensando en ganancias económicas sino también en representar la cultura de los pueblos originarios a través de nuestro arte”, comienza explicándome Diego Medina, el diseñador de estos vistosos modelos de zapatos a medida.

Un arte con historia
Diego tiene 29 años y es el encargado de diseñar estos distinguidos modelos, como me dice él, “respetando, cuidando y exhibiendo las gráficas, diseños que representan el contenido de la historia de los pueblos originarios en sus telares, como el aguayo y la wiphala”.

En este emprendimiento familiar, además de Diego, trabajan su madre, un tío y otros tres de un total de 10 hermanos. “La cultura es la célula principal para el crecimiento de los pueblos”, agrega convencido para después recomendar, con sentido cultural pero también empresarial, “a estas telas tan importantes debemos quererlas, lucirlas y enorgullecernos de ellas”.

Una gran aceptación
Los productos de “Calzados de Aguayo” se comercializan hace cinco años y, en tan corto tiempo, han tenido una gran aceptación. “Contamos con revendedoras en diferentes puntos del país y trabajamos para expandirnos cada día más”, dice al respecto Diego, con la energía del emprendedor que sabe cuán lejos puede llegar.

Esta empresa fabrica zapatos en cinco pasos: cortado, cocido, armado, pegado y empaque, con el detalle de que los elaboran de manera artesanal. “Los aguayos provienen de Bolivia y llegan a través de comerciantes que viajan permanentemente”. Un dato interesante: A solicitud del cliente, pueden hacer diseños a pedido mediante el correo: zapatosamedida@hotmail.com.

“Confieso que hoy por hoy, como nunca, hay una fuerte necesidad de la gente de valorar lo cultural, lo nuestro, como sentido de pertenencia. Y eso es para sentir mucho orgullo”, se emociona en la entrevista con ECOS.

Lo nuestro
Cuando dice “lo nuestro”, Diego parece sentir en el alma lo que hace (fabricar calzados) con lo que utiliza para hacerlo (tejidos propios de las mujeres indígenas).

Cualquiera lo prejuzgaría un altiplánico boliviano o peruano… “Soy argentino”, me aclara para responder a una pregunta mía, “pero eso no es importante, somos iguales y lo aprendí al haber pasado mucho tiempo en el barrio de Liniers”.

Liniers —complementa el hacedor de las ideas en la casa-empresa ubicada a 15 minutos de allí— es la “pequeña Bolivia” en Buenos Aires, y él, un argentino que ama las raíces prehispánicas. “Creo que el aguayo, la lliclla y los diversos telares que forman parte de la tradición de los pueblos originarios significan ese oro que no se pudieron llevar”.

Desde aquella populosa zona bonaerense vienen andando los Medina, sobre sus zapatos de colores, a paso firme y seguro.

A lo “fashion”
En Argentina, la farándula —ese mundillo en el que se mueven actores, políticos, deportistas y demás figuras de la televisión— tiene una importancia desmedida. “Calzados de Aguayo” logró que varios famosos se probaran sus diseños, lo que le ha dado un impulso decisivo en este negocio con tintes culturales.

Una de las que lucieron estas creaciones exclusivas fue la ganadora de la primera edición del programa internacional “Master Chef Argentina”, la boliviana Elba Rodríguez, quien se volvió una celebridad enseñando a cocinar la comida autóctona de su tierra.

También Bruno Arias, nuevo referente de la música folclórica argentina y revelación en el último Festival de Cosquín, y la conductora del programa radial “Made in Bolivia”, muy escuchado en la capital argentina, Susana Valverde, entre muchos otros.

De la crema y nata de la farándula del vecino país, Guido Kaczka, el exitoso conductor de Canal 13, lo mismo que la modelo Barby Franco, actual pareja del excéntrico y por supuesto mediático abogado Fernando Burlando; ambos, protagonistas del “Bailando por un Sueño” de Marcelo Tinelli.

Para rematar su deslizante paseo en distintas tonalidades, en el teatro “Borterix” de Buenos Aires, los promotores de Calzados de Aguayo se dieron el gusto de que los miembros de “Octavia”, también, posaran para la foto con sus confecciones.

Un sueño…
Pero, habiendo dado ya varios pasos importantes con sus zapatos de tela de aguayo, “tengo sueño”, dice Diego.

Antes de revelármelo, quiere dejar plantado en esta nota de taco y suela su agradecimiento a la colectividad boliviana. “Con todos me llevo bien y nunca me olvidaré las puertas que me abrieron, brindándome posibilidades que antes no tenía”.

Además de agradecido, siente orgullo por los amigos bolivianos que ha hecho en la Argentina. Menciona a Lilia Camacho, la destacada periodista que radica allá hace muchos años, y, entre otros, a Gisela y Soledad Pacheco, hijas del recordado Hernán Pacheco Ibáñez, el conductor y productor de “Sentir Boliviano”, primer programa de radio dedicado a la colectividad (hoy, con más de 40 años al aire), que falleció en 2013.

Ninguna cosecha trunca los sueños… y Diego Medina tiene uno: “sueño con poder hacerle un diseño especial al presidente Evo” (Morales). Curiosidades de la vida, lo sabemos hoy, cuando no deja de dar vueltas por el mundo el video con las imágenes del Primer Mandatario haciéndose atar los cordones de los zapatos —cuya marca no ha trascendido pero, por ahora, no son “Calzados de Aguayo”.




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