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viernes, 14 de abril de 2017
A toda edad, su ropa expresa su gusto y su sentir
Un tutú; abajo, unacalza, zapatillas doradas y un abanico... más que una muda diaria parece un disfraz y con él, tu pequeña quiere ir a todas partes... Sin duda, todos tienen la necesidad y el derecho de expresarse, y la elección de la ropa es una forma de hacerlo. Además, supone un aprendizaje importantísimo y es una forma de reforzar la autoestima e independencia de los niños.
“Adquirir esas habilidades de autocuidado es completamente normal en lo que respecta a la autosuficiencia y la ganancia de independencia en el crecimiento”, resalta la psicóloga Tatiana Jáuregui.
No solamente se trata de desarrollo de la independencia, sino también de la construcción de la personalidad, de una identidad y de crear más seguridad en la autoimagen del menor. Pero, ¿qué pasa cuando quiere ponerse una prenda inapropiada para el lugar, un evento o el clima?
“Si la ropa viene a ser inadecuada, el padre, la madre o el cuidador pueden sugerirle alternativas. Una buena técnica para que no haga berrinches es darle opciones anticipadamente clasificadas, algo así como: ‘Bueno, te vestirás tú, qué quieres ponerte, el rojo, el blanco o el azul, tú eres quien elige’”, sugiere el psicólogo Juan José Vargas.
En lo cotidiano es importante fomentar el criterio sobre su imagen, promover el ensamble positivo de referencia de autoimagen que tiene asegurando lo que es su esquema corporal, sus gustos, su forma y su estilo de verse a sí mismo y de sentirse cómodo, recalca el especialista.
La libertad de elegir será más evidente con el tiempo y cuando entre a la adolescencia —según Vargas—, su forma de vestir será una búsqueda de identidad, por ende el prohibir una vestimenta es atentar esa búsqueda. “Los jóvenes simplemente deben saber diferenciar ropa inapropiada, desnudez y adornos, y rechazar lo que sea dañino para sí mismo o genere riesgos para su salud como perforaciones cerca de los ojos”.
Entonces, es recomendable la intervención de los padres de forma dosificada y estimulante, no agresiva ni invasiva, sino proactiva y orientativa, que las prohibiciones no mermen el desarrollo del criterio de su imagen, sino que sean abiertas y permitan sugerencias, no críticas ni juicios, recomienda Jáuregui. “Es importante indicarle lo que es adecuado y lo que no de acuerdo con su edad”.
Asimismo, Vargas coincide con Jáuregui en que los adultos den opciones y luego dejen que su querubín elija y a los cuatro o cinco años vaya aprendiendo a ponerse las prendas solo. “Al principio no lo harán bien, ya que todos aprendemos de las equivocaciones, hay que dejar que se equivoquen, no juzgar ni burlarse, solo recomendar”.
En este punto de independencia surge también la individualización, y con ella, el respeto al niño.
“Si se crea una relación de comunicación respetuosa, en la que se pueda entender qué siente y ve el otro, cómo está cómodo y se muestra responsable de sí mismo, no hay ningún problema”, explica la psicóloga.
En cambio, si por cómo se viste los padres se mofan o lo riñen, lamentablemente harán que se sienta disminuido. Tampoco es bueno imponerse y decirle:
“Pareces un payaso, te pones esto y listo”... Así se cierra la puerta para influir de forma positiva en ese niño. Es más, con esa actitud, los menores se encaprichan. “No, no quiero esto”, dicen o simplemente renuncian a algo por no entender qué paso y cuestionarse qué hizo mal. Aquí es importante una comunicación positiva.
“Si hay pelea con los padres, el niño hará un berrinche ruidoso, hecho que es mejor que no suceda. Pero, en el caso de un adolescente puede que elija la vestimenta que molesta a los progenitores solo por sentirse vencedor en la lucha de poder”, sostiene Vargas.
Así que con los niños, lo mejor es volver la elección un juego y, con adolescentes, sugerir y si de todas formas quiere vestir de tal o cual manera, atiende qué quiere transmitir con su vestimenta, con su look. Por lo general quieren estar de moda y a la moda.
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